Lo que daría
por abrazar cualquier soplo de ayer.

Por perderme curiosa e inocente por los verdes mantos
de la sabia esperanza,
por caminar de nuevo
los pasos andados construyendo distintos horizontes sobre aquellas aguas turbulentas.

Lo que daría,
por resucitar dentro
las voces atrapadas en el viento,
por desenterrar viejas
y oxidadas emociones despertando en la gloria del primer beso.

¡Lo que daría! ¡Cuánto daría!,
por sentir de nuevo
en los ojos de un niño
el amanecer de las quimeras.

¡Cuánto daría!
por saltar las piedras
donde las lágrimas vistieron de soledades, los silencios.

¡Cuánto daría!,
por volver a ser principio, por volver a ser yo
sin cicatrices, sin dolor, sin espinas en el corazón.

¡Cuánto daría!
por volver a cualquier día de ayer y ser nube, ser pura poesía.

Lo que daría
por atrapar los sueños
en este océano interno
y hacerlos míos de nuevo, colorear las fantasías con las acuarelas
que guardé en los bolsillos y renacer en el primer encuentro con la brisa. Saborear con pasión extrema los segundos que el tiempo no regresa y…

¡Vivir!

Vivir en lo eterno de este delirio.

En la divina esencia de este sentimiento.

¡Cuánto daría!